martes, 19 de noviembre de 2013

La espada que quiso destajar al Azar: Soujiro




Este es un texto que vengo debiendo hace muchos años. Finalmente los astros me permitieron terminarlo y durante su producción se hizo patente la necesidad de un texto sobre Shishio. Pronto lo tendrán, más por ahora espero que disfruten este .

En Rurouni Kenshin el episodio de Soujiro es uno de aquellos que llaman más la atención de aquellos que nos hemos interesado por la manera en que los distintos personajes formulan sus discursos vitales y los llenan de contenido. Esto último es una de las razones por las que esta serie resulta tan rica. En ella se parte de una premisa: Es el hombre quien elabora sus "verdades" vitales a través de su experiencia, de su enfrentarse a su tiempo. De ahí podemos deducir que naturalmente no hay verdades con mayúscula en este mundo, y también es por eso que la premisa de Shishio resulta tan crudamente resistente a los intentos de refutación. Si no hay verdades como tales, las verdades que imperan en el mundo no son sino las verdades del más fuerte. Si no hay ninguna instancia lógica o metafísica que asegure la corrección en el pensamiento, cualquier cosa puede ser válida, más en la medida en que no vivimos solos en el mundo y que eventualmente los distintos discursos se ven obligados a chocar y coexistir, es que la fuerza, el poder, aparece como lo único que puede articular jerárquicamente estos discursos. Pero dejemos eso para un poco más tarde.
Por ahora es Soujiro, y no Shishio, quien nos ocupa. Soujiro es aún un niño, uno extremadamente fuerte. Su experiencia en la vida coincidió con lo que Shishio le enseñó y se lo confirmó, que en este mundo solo el que es fuerte vive, el débil muere, y más aún, es imperativo del fuerte imponerse al débil. El fuerte no tendría por que detenerse. La vida es sufrimiento en cualquier caso, como lo enseña el budismo, doctrina que ha influenciado muy profundamente el ser japonés. La vida es un velo de sufrimiento sobre la realidad que es la nada, más el fuerte está en condiciones de jugar con ese velo, de imponer su orden a ese mundo transitorio. Sin reglas ni verdades, y en constante pugna de los dicursos, el fuerte puede proyectar e imponer su discurso y su bien. Para el débil, aquel que está en los márgenes de la verdad y los valores dominantes y no puede proyectar otro modo de ser de las cosas solo le queda aceptar y soportar un destino que siempre lo deja como extranjero.
Tenemos que resaltar que el mundo de nuestros personajes hace esto muy obvio ya que nos muestra un ambiente ebrio de violencia. Sabemos que la época del Bakumatsu en Japón fue una época sumamente sangrienta, de caos, y en esas épocas la vida se devalúa. Los primeros años de la era Meiji fueron aún convulsos, el país nipón no se había recuperado aún de la sangrienta transición del bakumatsu, y en esos primeros años las reformas estaban teniendo lugar, no necesariamente de manera pacífica. Una sociedad herida, con los recuerdos de la guerra y la violencia aun rondando sus cabezas y con un orden aún por conquistar, sigue a merced de los chispazos de violencia que pueden desatar sus individuos: En estas condiciones la ley del más fuerte sigue imperando en su forma más vulgar y cruda.
Soujiro es hijo ilegítimo de un hombre rico de negocios con arroz, probable
mente un Chônin, y una prostituta; y que había sido llevado de todas maneras a vivir a la casa de su padre. A la manera de una cenicienta, Soujiro había sido prácticamente convertido en un esclavo en esa casa. Mas, humillado y maltratado, lejos de ser una princesa defenestrada, él era un mocoso bastardo cuya existencia era una vergüenza para su familia. Él era débil no solo porque no podía defenderse de los golpes o los insultos, él era un paria, un ser sin derechos, sin voz.
Pronto aprendió que estaba solo, tanto que aún su familia, aquellos que deberían haberlo protegido, eran los más despiadados con él. Cada golpe dolía, cada latigazo hería un corazón que simplemente era incapaz de comprender el por qué él no tenía lugar en la existencia: sin cuidado, sin una voz amable, sin un vínculo verdadero. Tal era su soledad que su única salida fue abandonar su rostro humano. Se deshumanizó, y se hizo objeto. Soltando su lado de la cuerda que lo unía a los otros seres humanos (y que estos solo cogían para hacerle daño) él se protegió volviéndose invisible. No solo las palabras son vínculos que nos unen con otros seres humanos, también nuestras risas, nuestros jadeos, susurros, llantos, etc. Lo que nos une a otros seres humanos es nuestro lenguaje vivo que performa cada instante, que se convierte en objeto de envíos y respuesta, que se teje con otro lenguaje. Soujiro dejó a los que lo maltrataban hablar con una máscara, insultar a un mimo de plástico, golpear a un maniquí sonriente. Si sus golpes eran sus mensajes él los dejaría sin respuesta y esa seria su protección y su venganza. Soujiro suprime sus emociones ya que su único vínculo con el mundo era el dolor, el único lenguaje que conocía era el dolor, y a esas palabras mejor era aburrirlas, dejarlas rebotar. Si había nacido como un paria, tal vez su escape estaría en dejar de existir.

Un día este niño ve una escena que cambiaría su vida. Un hombre monstruoso se enfrenta a tres policías. Primero Soujiro semira frente a un poder como nunca lo vio en su vida. Y luego ve a esos ojos encendidos volviéndose hacia él. La fuerza vulgar de su familia se hacía ridícula frente a la fuerza formidable que acababa de ver. Esa fuerza, ese demonio, acabaría con su sufrimiento. Esa fuerza sublime arrancaría de cuajo su existencia con todo su dolor. A Shishio le llama la atención la avidez por morir de este niño, y le perdona la vida a cambio de vendajes y comida, aunque probablemente algo más.
Soujiro no es un suicida, él no es alguien que busque morir a como dé lugar. Si así fuera ya habría tenido oportunidad de suicidarse, igualmente no se habría mostrado aterrado cuando su hermano intenta matarlo con su espada. Soujiro queda embrujado por la fuerza de Shishio, por la manera en que este se deshizo de los otros fuertes, por la manera como dominaba la danza de la vida y la muerte en su punto más álgido. Casi podemos decir que Soujiro se enamora de ese poder, lo admira, tanto para él está bien que sea esa fuerza dominadora, la que lo redima. La fuerza de Shishio que se abre paso en un mundo hostil a fuerza de destajo, que se desata orgullosa frente a otros fuertes y no abusa del débil mientras agacha la cabeza ante otro, esa fuerza por terrible que sea es redentora. El rostro enfermizamente feliz del niño ante el demonio ha roto por un momento la máscara para evidenciar su alegría por encontrar una salida al mundo de miseria que siempre había conocido. Shishio probablemente detecta eso en ese niño, alguien que sin escucharlo había ya comprendido con sus cicatrices lo más doloroso de su verdad. Soujiro, ya rompiendo el cascarón de los discursos en que había estado envuelto descubre una verdad más allá del bien y del mal. No descubre que estos no existen, pero descubre que es posible vivir, y valorar más allá del bien y del mal. Pero él se asume débil. La visión de Shishio, es seductora pero monstruosa, En lo más hondo de su corazón nota en qué radica la monstruosidad de este sujeto, él también está solo, ha hecho esa soledad parte de su vida, y al hacerlo él también se ha deshumanizado (este es un punto que merece un desarrollo mucho más extenso en un texto dedicado por entero a Shishio). Asumir su debilidad es asumir su humanidad y en esa condición su vulnerabilidad. Asumir esta humanidad y su fragilidad es asumir el temor a la soledad, la necesidad de vínculos. Ya lo decía Aristóteles, que solo pueden estar solos los dioses y las bestias. Nietzsche añadirá los superhombres: Shishio no es un superhombre (en el sentido nietzscheano) pero, en algún sentido, ha superado su humanidad.
Shishio le regala una espada a Soujiro que es a su vez una invitación. Si algún día Soujiro es capaz de usar esa espada habrá terminado de entender el pensamiento de Shishio. Habrá apartado su humanidad para poder tomar una vida a cambio de la suya, habrá elegido vivir, contra todo, y no dejar que su vida transcurra y termine al capricho de la marea.

Es ahora que arribamos al punto central de nuestra reflexión sobre Soujiro. En este momento Soujiro se encuentra (sin saberlo él mismo) ahí donde el discurso de Shishio y el discurso de Kenshin chocan. Kenshin, como todos sabemos, (para mayor amplitud revisar el post sobre el proteger público y el proteger privado) ha dedicado su espada a proteger a los débiles que estuvieran cerca de él. No solo como una forma de expiación, sino como una forma de reencontrar su humanidad. Proteger al débil es para Kenshin proteger la humanidad de las personas, sus debilidades, pequeñas fortalezas, vínculos, anhelos, etc. y para eso él tiene que ser fuerte sin perder su vulnerabilidad (todo esto también merece un mayor desarrollo). Cuando Soujiro se encuentra frente a su hermano desquiciado por su sed de sangre él aún no está por la labor de tomar el camino de Shishio, este aún le parece monstruoso, sin embargo tampoco desea morir. Si antes alguna parte de sí soportaba el dolor por la esperanza en un mañana donde pueda ser feliz, en el momento de verse frente a esa espada, toda esa opción queda reducida a nada. “¡Alguien sálveme! ¡Alguien! ¡Por favor!” clama el niño desesperadamente mas nadie acude junto a él. Huye desesperado, no quiere morir y encuentra la espada que Shishio le había dado. Es su única escapatoria, la única posibilidad de tener un futuro… y corta la cabeza de su hermano. El camino estaba tomado, con ese poder recién descubierto termina con esa familia y queda ahí sonriendo y sorprendido. Shishio ve que tiene un diamante en bruto y lo acoge. Soujiro por primera vez encuentra un lugar para sí en el mundo y va con él. Si él ya se había convertido en un monstruo, este otro ser de su especie es con quien él puede establecer un vínculo (los vínculos de Shishio son sumamente interesantes).
A pesar de haber encontrado una respuesta para su vida gracias a Shishio la batalla con Kenshin revelará la profundidad de las heridas que trajo consigo esta conversión. Y es que para abrazar la verdad de Shishio él tuvo que dejar algo de lado, el anhelo de aquella vida tejida con unos vínculos, que solo son posibles en la vulnerabilidad de la condición humana. Kenshin aprendió de esos vínculos con Tomoe; ella, Kaoru y sus amigos le dieron el contenido a esa felicidad humana, demasiado humana. Además Kenshin tuvo algo que Soujiro no: un providencial Seijûro Hiko, que salvara su vida en el momento de mayor crueldad y le abriera la puerta de otra vida. Y esto no fue ni predestinado, ni tuvo algún significado para el universo, simplemente el azar así lo permitió. El mismo azar que no quiso que Shishio (quien no se metería en una pelea para defender a un mocoso debilucho) no fuera un Kenshin o un Hiko que sí lo harían. En sus momentos más álgidos Kenshin tuvo a un Hiko que sin ser una masa de amor le creó una conexión con la vida, lo acogió con su debilidad; por otro lado Soujiro tuvo a Shishio quien le exigiría toda su fuerza, para dejarlo acompañarle. Que solo le señalo el camino más duro, el que él había tomado, pero sería el niño quien demostraría si realmente era capaz de entrar en él. Soujiro tomó ese camino a un precio altísimo por dos razones. Porque no le quedó más remedio, y porque no hubo alguien que abriera un camino alterno para él. No hubo camino para él en el que pudieran pasar él y su humanidad, así que dejó a ésta de lado para poder continuar. Era un buen camino, él ya había admirado su majestuosidad en Shishio, pero una cuenta quedó pendiente dentro de él.

Cuando pelea con Kenshin el ideal del ex destajador de “no matar” va en contra de aquel credo que recitaba casi religiosamente: “En este mundo la carne de los débiles es el alimento de los fuertes”. El fuerte tiene que afirmar su vida mostrándose como el más fuerte de todos, subyugando a los que sean más débiles que él, marcando la diferencia entre ellos y él. El fuerte no solo puede imponerse al débil, debe hacerlo, porque solo así justifica su existencia. Kenshin, sin embargo es un fuerte que protege a los débiles, que no los devora. Es un fuerte que se niega a sí mismo. Kenshin, para Shishio, es otro fuerte que se opone a él y a quien tiene que destruir, o ser destruido por él. Para Soujiro, Kenshin es una contradicción, y una injusticia de la vida. La vida es justa cuando todos por igual se valen de su fuerza para afirmar sus existencias. Kenshin es la injusticia de que algunos débiles (¡no todos!) pueden continuar sus vidas y hasta ser felices pese a no tener fuerzas, y sobretodo, pese a que él, a cambio de fuerza, renunció a esa vida que él también quería. “¿Por qué no estuviste ahí ese día?” es el azar el que duele. El azar que es inherente al mundo en el que vivimos y que intentamos desterrar, que Soujiro intentó desterrar haciendo de la fuerza un argumento para “racionalizar” el mundo. Kenshin es una falla lógica en su sistema, esta se consuma al vencer Kenshin a Soujiro, al mostrar más fuerza que él y perdonarle la vida. Al volverlo a hacer débil y dejarlo (obligarlo a), Kenshin le vuelve a dar la pista de su humanidad mostrando que la lógica de Shishio no es absoluta. El azar reclama otra vez sus derechos, el “es posible” hace su aparición opacando al “debe ser”. Es por eso que Soujiro no se convierte y sigue a Kenshin. Tras la batalla sigue respetando y queriendo a su salvador Shishio, más aprende a respetar a Kenshin. Descubre también que estos discursos hunden sus raíces en una experiencia de vida, y por ello sale en busca de la suya propia; en la que, parece, no podrá seguir negando ese lado humano que se hallaba latente tras la imperturbable máscara sonriente. 

Jeancarlos Guzmán

2 comentarios:

  1. Ya hay 2 nuevas fotos de soujiro y aoshi https://www.facebook.com/photo.php?fbid=616993361698687&set=a.317610998303593.75615.199417210122973&type=1&theater

    https://www.facebook.com/photo.php?fbid=614480048616685&set=a.317610998303593.75615.199417210122973&type=1&theater

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  2. Excelente
    Muchas gracias por este escrito.

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